viernes, 6 de agosto de 2010

Llueven estrellas

No llores, nunca. No hay porqué llorar, solo reir. Pase lo que pase cada cosa que suceda es nuestra decisión. Quiero llorar, pues no fue lo que elegí, ni lo que hubieras deseado, pero en realidad debería reir, las cosas caen por su propio peso, mas no soy capaz de reir, por el contrario siento pena, lástima; no es mi decisión y nadie cuerdo se decide por eso.
Ese dios, a quien rezas, a quien defiendes, el ser perfecto que tiene tu vida en sus manos acabará con la misma; apagará la luz de esa estrella; mientras mis ojos llenaron de lágrimas una ciudad entera, hará que desbordes los mares, araña el alma de todo el cielo, quitará el brillo de esos ojos para suplirlo con amargo dolor.
Ven, baja de ahí, no tengás miedo, sanarás.
Sonríe, has tu propia tumba, construye tu fracaso y engaño. Sonríe por conseguir tu desgracia, pero no llores ni expulses tus demonios. Llorando no engañarás a nadie como lo hacés fácilmente con el reflejo, con la sombra, con el pasado y el presente. Dichoso y verdadero futuro, imposible de engañar... suerte jodida.
Ven, baja de ahí, no tengás miedo, sanarás.
Escupo ante la cara de tu dios, tu adoración, a quien le confías tu vida, en quien cuyo glorioso y milagroso amor confías, al igual que su séquito de feligresas, decididas al sacrificio carnal, que visitan su templo, su guarida, tu cárcel futura, tu pesadilla. Murallas cubiertas con sangre, y agua viva, mantos impregnados del sagrado sacrificio, altar donde miles se arrodillan, lamentan, suspiran, ríen, susurran, portal de gemidos y luchas, duelos interminables pero que acaban en segundos.
Ven, baja de ahí, ninguna estrella ocupará tu lugar mientras no estés allá arriba, no tengas miedo, sanarás.
Te daré fuerza, aunque sea un discípulo de la vida, del interior del propio ser.
No bajes, yo subiré...

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